Imagine una planta de fresas tan gigantesca que mide más del doble que el Arco del Triunfo. No es una imagen descabellada. Es el último espectáculo dulce de la Maison Héloïse. El miércoles 23 de abril, en la pista de hielo de Argenteuil, una tarta de 121,88 metros de longitud hizo historia, certificada como récord mundial por Guinness. Las fotos son tan impresionantes como apetitosas.
Youssef El Gatou, de la Maison Héloïse, bate un récord mundial
Todo empezó en la mente de un apasionado: Youssef El Gatou, fundador de Maison Héloïse. Fascinado por el Libro Guinness de los Récords desde muy joven, soñaba con hacer historia con un pastel extraordinario. ¿Italia tenía el récord de la tarta de fresa más larga desde 2019, con 100,48 metros? No hay problema: Youssef se propuso alcanzar los 120… sin anunciarlo. El resultado: 121,88 metros de bizcocho, crema mousseline y fresas francesas. Youssef ha entrado en el panteón de los pasteleros parisinos.
La tarta de fresas más grande del mundo: ¡un proyecto de azúcar de proporciones épicas!
Nada se dejó al azar. Más de 25 personas participaron en esta aventura, entre ellas algunos de los más grandes nombres de la pastelería, como Nicolas Bernardé, Meilleur Ouvrier de France, y jóvenes aprendices. Los voluntarios vinieron de Tokio, Pekín, Marrakech… Un auténtico ballet culinario que habría estado como en casa en el Salón de los Espejos, con sus gestos precisos y su meticulosa organización. Se necesitó toda una noche y todo un día para montar este coloso sobre el hielo de la pista de patinaje.
En cuanto a los ingredientes, es el tipo de lista que haría girar la cabeza de un supermercado: 350 kilos de fresas (francesas, por supuesto), 4.000 huevos, 560 kilos de crema muselina, 30 kilos de mascarpone, 150 kilos de azúcar y muchos otros dulces, incluidas flores comestibles para decorar. Pero más allá de la cantidad, el verdadero reto técnico era la uniformidad. A simple vista, la tarta debía parecer de una sola pieza, sin costuras visibles. Guinness también impone un tamaño mínimo: 8 cm de ancho y alto, y por supuesto, una receta tradicional. Incluso se contó con un topógrafo para medirlo todo al centímetro.
Y aunque la planta de fresas más grande del mundo tenga un sabor dulce, su precio ha sido elevado: el proyecto costó unos 30.000 euros, 6.000 de ellos aportados por el ayuntamiento. Pero este récord tenía que cumplir otra condición vital: no desperdiciar nada. Así que el postre se compartió con el público y luego se donó a los bomberos, la Cruz Roja y los Restos du Cœur. Porque la grandeza de una hazaña es también saber compartirla. Además de ser un gran golpe publicitario para el ayuntamiento de Argenteuil , esta maravilla ha servido también a varias buenas causas. Razón de más para celebrarlo.