Por amor al juego, hemos desafiado el frío invernal que se instala poco a poco en la capital para emprender una odisea luminosa a través del bosque por el sendero Lumières en Seine. Spoiler: nos ha encantado esta experiencia, que nos ha catapultado directamente al ambiente festivo de la Navidad, con sus chalets gastronómicos, sus espumillones y las mil y una luces que adornan los árboles del parque.
Nuestro veredicto sobre Lumières en Seine
Nos pusimos los abrigos, las bufandas y los sombreros y tomamos la línea 10 en dirección al Domaine National de Saint-Cloud. Entramos por la puerta Clémenceau y caminamos por la orilla del Sena hasta el Puente de Saint-Cloud. Nada más llegar, nos sorprendió la luminosidad que irradiaba el lugar, irreconocible. Para la ocasión, y como cada año por las mismas fechas, el verde entorno se ha transformado en un escaparate de luz que se extiende a lo largo de más de dos kilómetros.
En total, 25 cuadros iluminados, con esculturas de luz, auroras boreales, cortinas celestes, fuentes mágicas, estanques ardientes y anémonas gigantes. En medio de un paisaje sonoro (que aumenta el encanto del lugar), podrá aventurarse entre los Árboles Melódicos, cruzarse con los Guardianes del Bosque, activar esferas luminosas con la fuerza de sus brazos, volver a la infancia a bordo del Gran Carrusel, maravillarse con el torbellino de colores de la hipnótica Danza de los Anillos… El punto culminante del espectáculo: el Palacio de las Aguas y su nuevo espectáculo en la Gran Cascada, que pone fin a este encantador paseo.
Tras el esfuerzo, el confort: golosos chalés con cálidos perfumes se ofrecen anosotros. Aquí podrá degustar bocadillos chorreantes de queso raclette y deliciosos gofres, antes de volver al tren y regresar a casa, todavía con las estrellas en los ojos. Así que, ya sea con amigos o en familia, ¡ésta es la experiencia que no puede dejar de probar este invierno!